En el festival In-Edit 2025 de Barcelona se presentó el documental “Flores para Antonio” ha sido sido producido e impulsado por Alba Flores, como un viaje íntimo hacia la memoria familiar y, sobre todo, hacia la figura de su padre, Antonio Flores. El uso de materiales inéditos como dibujos, collages, grabaciones que él mismo hizo, no buscan tanto documentar como evocar el mundo de un artista.  Antonio vivía para su arte, que era su refugio y su destino, la única forma que tenía de expresarse. Pero esa misma pasión que le daba sentido a su vida, también lo consumía, fue su salvación y su condena, un fuego que lo mantenía vivo pero también lo desgastaba. Para quienes conocían al personaje público, la película revela al hombre detrás del mito, y para quienes apenas sabían de él, se descubre con sorpresa a un artista más extenso, como cantante, compositor, actor y una alma inquieta que buscaba siempre nuevas formas de expresión.

Alba Flores, conocida internacionalmente como actriz por su papel de Nairobi en “La casa de papel” este proyecto supone una inflexión personal y artística. Más que una producción, reconoció que fue una necesidad vital hacer éste documental, para rendir homenaje a un padre al que perdió a los ocho años, del que no pudo despedirse. Flores para Antonio cerró ése círculo, no pretende reescribir la historia de un mito, sino explorar el silencio que deja un ser querido cuando se va. La actriz se convierte aquí en narradora de su propia genealogía emocional, y lo hace desde la vulnerabilidad, con una sensibilidad que sorprende a quienes la asociaban únicamente con la ficción.

La cámara se convierte en altar y la imagen, en ofrenda. Dirigido por Isaki Lacuesta y Elena Molina, el documental marca también el regreso de Isaki Lacuesta al territorio del documental tras una etapa centrada en la ficción. Fiel a su estilo híbrido, Lacuesta vuelve a trazar esas líneas difusas entre lo real y lo poético, entre la observación y la recreación. En colaboración con Elena Molina, que aporta una mirada íntima y empática, el filme evita el biopic convencional para construir un collage entre tiempos y emociones. A pesar de las situaciones delicadas que surgieron durante el rodaje, delante y detrás de la cámara, los directores rehuyendo de la lágrima fácil, no quisieron explotar el dolor de la familia, sino transformarlo en herencia para el público.

La película, fue concebida como una celebración de la vida de Antonio, culmina con un concierto-homenaje que reunió a sus seres más queridos. En ese escenario, Alba Flores se atrevió por fin a cantar, ya que desde la muerte de su padre, había perdido el canto por no poder retener el llanto. El documental se convierte así en una catarsis de duelo, un proceso de reconciliación que la llevó incluso a terminar la letra que empezó siendo una niña titulada “Una flor”, que aparece en los títulos de crédito.

El resultado es un documental que late entre la pérdida y la celebración, entre la herida y la herencia. Con el poder del cine para ilustrar un talento de un artista que prematuramente se fué. “Flores para Antonio” demuestra que, cuando la memoria se filma con veracidad y buen pulso, el arte florece.